Ser líder también se cansa
Cuando pensamos en un líder, muchas veces lo asociamos con fortaleza, dirección, energía inagotable y seguridad constante. Sin embargo, detrás de esa imagen, hay una persona con emociones, cargas y momentos de vulnerabilidad. Ser líder también implica llevar sobre los hombros la responsabilidad de motivar, decidir, escuchar y sostener, incluso cuando el ánimo flaquea.
El desgaste emocional del liderazgo no siempre se nota a simple vista. Se manifiesta en la soledad de las decisiones difíciles, en el cansancio acumulado por mantener al equipo unido, en la presión de ser ejemplo constante. La idea errónea de que un buen líder debe ser siempre fuerte puede generar una desconexión con la propia humanidad.
Reconocer el cansancio no es una señal de debilidad, sino un acto de conciencia y autoliderazgo. Un líder que se permite descansar, pedir apoyo y reconectar consigo mismo, está construyendo un modelo más sano y sostenible de liderazgo. Además, al mostrar su lado humano, genera empatía y confianza en su equipo.
¿Qué puede hacer un líder cuando se siente agotado?
Pausar y respirar. Tomarse un momento para desconectarse es clave. A veces, una pausa a tiempo es la mejor estrategia para avanzar.
Delegar. Confiar en el equipo no solo aligera la carga, también fortalece las capacidades colectivas.
Pedir ayuda. Buscar apoyo, ya sea profesional o emocional, es una muestra de valentía.
Conectar con su propósito. Recordar por qué eligió liderar puede renovar su energía.
Liderar no es sostener todo solo, es crear espacios de crecimiento colectivo. Y para que eso suceda, el líder también debe cuidarse, nutrirse y permitirse ser humano.

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